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Las medidas proteccionistas son siempre seductoras pero nunca eficaces

Article publié par El Diario Exterior le 17 juin 2005.

El 26 de abril, el portavoz del ministerio de comercio de China transmitió un mensaje inequívoco: « China espera que Europa pueda identificar los efectos negativos que limitar los textiles tendría sobre las relaciones económicas y comerciales bilaterales ». Escribiendo en Le Figaro, Christophe Doré la reformula muy claramente: « Si usted no compra nuestras camisas, no compraremos sus aviones o sus trenes ».  

Pero eso contradiría la esperanza de que China sea sensible a los efectos negativos que cualquier respuesta tendría sobre su población, y [la esperanza] de que no siga el ejemplo europeo de proteccionismo. ¿Por qué?. Porque el comercio libre – aun cuando es unilateral – es beneficioso para los que lo practican. Las medidas proteccionistas planeadas por la Comisión Europea harán más daño sin que los chinos se vean perjudicados, a cambio, al acceso de bienes que producen [de manera] menos competitiva que los europeos.

Al imponer aranceles vengativos, uno se perjudica principalmente a uno mismo, en el sentido de que los aranceles aduaneros perjudican principalmente a los países proteccionistas. Los ingleses comprendieron esto muy bien cuando en 1846 decidieron liberalizar unilateralmente el comercio de grano. Imponiendo tarifas vengativas, uno se perjudica principalmente para beneficio de los consumidores, forzando a los grandes terratenientes a modernizarse o diversificar. Los 85 años posteriores a esta decisión corresponden a un período de tremenda prosperidad en Inglaterra.

El leitmotif inglés era aumentar las posibilidades industriales, elevar el empleo, reducir el precio del pan, hacer más eficaces la industria y la agricultura gracias a la competición, y promover la paz entre naciones. Los europeos no parecen entender esto hoy en día, que no podemos solucionar el problema del paro o promover la paz planteando aranceles aduaneros.

Los cupos de importaciones conducen a una disminución del comercio, importaciones y exportaciones por igual. Si el gobierno chino decide limitar las importaciones de Airbus, o simplemente detenerlas, el tráfico aéreo en China será más caro. Entonces, los recursos extra invertidos en el sector aeronáutico serán recursos que no podrán invertirse en otros sectores que sean comparativamente más productivos y que creen más empleo.

Los fabricantes de aviones, sin duda, estarían encantados de que sucediera esto, porque les permitiría protegerse contra la competición. Los perdedores serían los consumidores, que tendrían que pagar más por viajar, y los productores de otros sectores de mercados perdedores.

Las medidas proteccionistas son siempre seductoras porque sus efectos son visibles instantáneamente: mantienen algunos empleos, o causan un descenso de las ventas en una industria que uno puede desear castigar. Pero debe recordarse que éstos no son los únicos efectos; están también todos esos empleos que nunca son creados, y esas necesidades que nunca van a ser cubiertas. Esperemos que los líderes chinos sean más preclaros que sus homólogos europeos resistiendo la tentación del proteccionismo y eligiendo el libre comercio.


La autora es directora del Instituto Molinari de Economía

Cécile Philippe

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